“Vine luego a casa de Semaías hijo de Delaía, hijo
de Mehetabel, porque él estaba encerrado; el cual me dijo: Reunámonos en la
casa de Dios, dentro del templo, y cerremos las puertas del templo, porque
vienen para matarte; sí, esta noche vendrán a matarte. Entonces dije: ¿Un
hombre como yo ha de huir? ¿Y quién, que fuera como yo, entraría al templo para
salvarse la vida? No entraré. Y entendí que Dios no lo había enviado, sino que
hablaba aquella profecía contra mí porque Tobías y Sanbalat lo habían
sobornado. Porque fue sobornado para hacerme temer así, y que pecase, y les
sirviera de mal nombre con que fuera yo infamado. Acuérdate, Dios mío, de
Tobías y de Sanbalat, conforme a estas cosas que hicieron; también acuérdate de
Noadías profetisa, y de los otros profetas que procuraban infundirme miedo. Fue
terminado, pues, el muro, el veinticinco del mes de Elul, en cincuenta y dos
días. Y cuando lo oyeron todos nuestros enemigos, temieron todas las naciones
que estaban alrededor de nosotros, y se sintieron humillados, y conocieron que
por nuestro Dios había sido hecha esta obra. Asimismo, en aquellos días iban
muchas cartas de los principales de Judá a Tobías, y las de Tobías venían a
ellos. Porque muchos en Judá se habían conjurado con él, porque era yerno de
Secanías hijo de Ara; y Johanán su hijo había tomado por mujer a la hija de
Mesulam hijo de Berequías. También contaban delante de mí las buenas obras de
él, y a él le referían mis palabras. Y enviaba Tobías cartas para atemorizarme”.
Nehemías 6:10-19
INTRODUCCIÓN
Con estos versículos
finalizamos el capítulo 6 del libro de Nehemías y hasta aquí hemos considerado
lo difícil que ha sido la reconstrucción de los muros, no solo por la
extenuante labor física, sino, por las constantes oposiciones que tanto
Nehemías como el pueblo han recibido como consecuencia de su proyecto. Pese a
la oposición se ha resaltado el increíble liderazgo de Nehemías al organizar al
pueblo y transmitirles esperanza, ahora, ese trabajo ve los frutos ya que la
reconstrucción de los muros finalmente ha finalizado.
UNA TRAMPA PARA ENSUCIAR SU REPUTACIÓN
“Vine luego a casa de Semaías hijo de Delaía, hijo
de Mehetabel, porque él estaba encerrado; el cual me dijo: Reunámonos en la
casa de Dios, dentro del templo, y cerremos las puertas del templo, porque
vienen para matarte; sí, esta noche vendrán a matarte. Entonces dije: ¿Un
hombre como yo ha de huir? ¿Y quién, que fuera como yo, entraría al templo para
salvarse la vida? No entraré. Y entendí que Dios no lo había enviado, sino que
hablaba aquella profecía contra mí porque Tobías y Sanbalat lo habían
sobornado. Porque fue sobornado para hacerme temer así, y que pecase, y les
sirviera de mal nombre con que fuera yo infamado”.
Nehemías 6:10-13
Si
recordamos un poco, los enemigos de Nehemías han tratado de desviarlo de su
trabajo de liderar la reconstrucción de los muros de Jerusalén, cuando estos
vieron que sus amenazas y críticas no lo detenían, decidieron enviar
insistentemente cartas para reunirse con él y allí matarlo: “Sanbalat y Gesem enviaron a decirme: Ven y
reunámonos en alguna de las aldeas en el campo de Ono. Mas ellos habían pensado
hacerme mal. Y les envié mensajeros, diciendo: Yo hago una gran obra, y no
puedo ir; porque cesaría la obra, dejándola yo para ir a vosotros”, (Nehemías 6:2-3).
Obviamente, Nehemías no se intimido, sino, confió en la protección de Dios y decidió
continuar dirigiendo la obra, ahora, ante su fracaso, estos malvados deciden
tenderle otra trampa con el fin de ensuciar su reputación: Vine luego a casa de Semaías hijo de Delaía, hijo
de Mehetabel, porque él estaba encerrado; el cual me dijo: Reunámonos en la
casa de Dios, dentro del templo, y cerremos las puertas del templo, porque
vienen para matarte; sí, esta noche vendrán a matarte. La trampa era astuta,
considerando que Nehemías era un hombre devoto de Dios decidieron sobornar a un
tal Semaías, un falso profeta, para que le profetizase advirtiéndole que tenía
que esconderse en la casa de Dios, en el templo, para que no lo matasen,
porque según la profecía, esa noche seria asesinado. Es probable que usasen
esto para desvirtuar la integridad de Nehemías acusándolo de profanar la casa
del Señor, no obstante, Nehemías auxiliado de la sabiduría que Dios le
había dado, identificó la trampa y decidió confiar en la protección divina: Entonces dije: ¿Un hombre como yo ha de huir? ¿Y
quién, que fuera como yo, entraría al templo para salvarse la vida? No entraré. Pronto entendió que aquel
profeta había sido sobornado por sus enemigos: Y entendí que Dios no lo había enviado, sino que
hablaba aquella profecía contra mí porque Tobías y Sanbalat lo habían
sobornado. Porque fue sobornado para hacerme temer así, y que pecase, y les
sirviera de mal nombre con que fuera yo infamado. La verdad es que la
trampa era astuta y mortal, sin embargo, Nehemías no cayó en ella.
NEHEMÍAS, UN HOMBRE DE CARÁCTER
“Acuérdate, Dios mío, de Tobías y de Sanbalat,
conforme a estas cosas que hicieron; también acuérdate de Noadías profetisa, y
de los otros profetas que procuraban infundirme miedo”.
Nehemías 6:14
Es
increíble ver el carácter de Nehemías, un hombre que, ante las críticas
destructivas, amenazas de muerte y traiciones no se derrumbaba, antes,
continuaba encomendándose al Señor. Los ataques no solo venían de afuera por
medio de cartas que lo amenazaban, sino, desde adentro había hombres como
Semaías u otros falsos profetas que querían infundirle miedo y desprestigiarlo
delante del pueblo, ante todo esto, Nehemías los puso en las manos de Dios: Acuérdate, Dios mío, de Tobías y de Sanbalat,
conforme a estas cosas que hicieron; también acuérdate de Noadías profetisa, y
de los otros profetas que procuraban infundirme miedo”. Nehemías no era un hombre
que buscaba desquitarse de sus enemigos, o defenderse por sus propios medios acusándolos
ante el rey o tribunales humanos, tampoco busco tomar la justicia en sus
propias manos, a pesar de que sus enemigos eran peligrosos y capaces de
matarlo; pero aquí vemos un caso de gran valentía y convicción, sabía que Dios
era poderoso y capaz de guardarlo de todos estos malvados y por ello oraba al Señor
pidiéndole que se acordara de las maldades de estos hombres y les pagase según
sus obras.
¡LA OBRA HA FINALIZADO!
“Fue terminado, pues, el muro, el veinticinco del
mes de Elul, en cincuenta y dos días. Y cuando lo oyeron todos nuestros
enemigos, temieron todas las naciones que estaban alrededor de nosotros, y se
sintieron humillados, y conocieron que por nuestro Dios había sido hecha esta
obra”.
Nehemías 6:15-16
Estos versículos
tienen un toque de verdadera victoria: Fue terminado, pues, el muro, el veinticinco del mes de Elul, en
cincuenta y dos días. La fecha nos dice que los muros de Jerusalén
fueron levantados en el mes de Elul (agosto-septiembre), en el día 25 y que la
obra se tardó un total de 52 días. Aquí podemos resaltar dos cosas, la primera,
la obra fue finalizada en un tiempo muy corto, 52 días. ¿Es creíble este
número? No vemos porque no, recordemos que la voluntad de todo un pueblo se
unió para organizarse y simultáneamente levantar diferentes secciones de los
muros, cada grupo de familias y comunidades se tomaron en serio el trabajo de reconstrucción
y el resultado fue sorprendente. Aunque el libro no presenta milagros o señálales
sobrenaturales, pero aquí podríamos decir que vemos un milagro extraordinario,
la reconstrucción de los muros de Jerusalén en 52 días. Lo segundo, después
del regreso de los primeros judíos a Jerusalén, nadie había podido organizar
esta obra de reconstrucción por más de 90 años hasta Nehemías. La verdad es
que la restauración de Juda fue un proceso paulatino donde Dios levanto
diferentes hombres que contribuyeron a sus propósitos, así, bajo el decreto de
Ciro el Grande, Zorobabel lidera el primer grupo de exiliados en el 538 a.C.
Su misión era reconstruir el templo y buscar establecer una especie de gobierno,
aunque seguían siendo una provincia persa. Lo acompañaron Josué el sumo
sacerdote y los profetas Hageo y Zacarías. Luego, en el 458 a.C. Esdras,
escriba y sacerdote, lidera el segundo grupo. Su enfoque es la enseñanza de la
Ley y la purificación del pueblo. Este regreso ocurre unos 80 años después del
primero. Finalmente, en el 444 a.C., Nehemías recibe el permiso del rey Artajerjes
para regresar y reconstruir los muros de Jerusalén. Lo hace en solo 52 días
(Nehemías 6:15), enfrentando oposición externa e interna, sin embargo, el
respaldo de Dios fue indiscutible y todos sus enemigos fueron humillados: Y cuando lo oyeron todos nuestros enemigos,
temieron todas las naciones que estaban alrededor de nosotros, y se sintieron
humillados, y conocieron que por nuestro Dios había sido hecha esta obra. Las palabras: “y
conocieron que por nuestro Dios había sido hecha esta obra”, resalta el
hecho de la verdadera victoria, no solo por el hecho de los muros
reconstruidos, sino porque todos sabían que una obra tan grande no se realizaba
en tan poco tiempo, con increíble precisión y en medio de una gran oposición si
Dios no estaba con ellos. Esto dejo humillados a todos sus enemigos y las
naciones de alrededor temieron del nombre de Dios. Cuando una obra es
respaldada por Dios, esta prospera, no importa cuán talentosos seamos, el
verdadero éxito se garantiza cuando el Señor esta de nuestra parte para que, en
medio de cualquier obstáculo u oposición, nuestras acciones rindan un fruto
satisfactorio, y este es un principio importante e indispensable si queremos ser
exitosos en nuestra vida y proyectos: “Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar
fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no
permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en
mí, y yo en él, este lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis
hacer”,
(Juan 15:4-5).
LOS TRAIDORES SURGEN EN MEDIO DEL MISMO PUEBLO
“Asimismo, en aquellos días iban muchas cartas de
los principales de Judá a Tobías, y las de Tobías venían a ellos. Porque muchos
en Judá se habían conjurado con él, porque era yerno de Secanías hijo de Ara; y
Johanán su hijo había tomado por mujer a la hija de Mesulam hijo de Berequías.
También contaban delante de mí las buenas obras de él, y a él le referían mis
palabras. Y enviaba Tobías cartas para atemorizarme”.
Nehemías 6:17-19
A
pesar de que los muros habían sido totalmente reconstruidos, la oposición no
ceso,
de hecho, se levantó de en medio del mismo pueblo judío: Asimismo, en aquellos días iban muchas cartas de
los principales de Judá a Tobías, y las de Tobías venían a ellos. Uno podría creer que las
cosas se iban a apaciguar con la obra de los muros finalizada; pero no fue así,
los ánimos de sus enemigos se encendieron más y estos confabularon con otros judíos
que probablemente sentían envidia de Nehemías y a lo mejor desean tener su poder
e influencia, estos principales de Juda enviaban cartas a Tobías para
informar acerca de las actividades de Nehemías y viceversa. Además, vemos cómo
algunos de estos judíos habían permitido que sus hijos e hijas hicieren
matrimonios con estos extranjeros, lo cual provocaba una especie de alianza:
Porque muchos en Judá
se habían conjurado con él, porque era yerno de Secanías hijo de Ara; y Johanán
su hijo había tomado por mujer a la hija de Mesulam hijo de Berequías. Estos matrimonios mixtos
ya habían sido prohibidos por Esdras por violar la ley, sin embargo, estos
hombres tenían en poco la palabra de Dios. Lo increíble de todo era que algunos
de estos hombres que informaban por carta a Tobías de las actividades de Nehemías,
estos mismo iban con Nehemías con noticias acerca de Tobías: También contaban delante de mí las buenas obras de
él, y a él le referían mis palabras. Definitivamente vemos la hipocresía y
peligro de estas personas que fingían lealtad y aprecio delante de
Nehemías, mientras tanto, las cartas de amenazas no cesaron: Y enviaba Tobías cartas para atemorizarme. De esta forma podemos ver
que la oposición y envidia de los enemigos del pueblo de Dios continuo, no
obstante, Nehemías jamás se dio por vencido, sino, fue prudente para no caer en
sus trampas y, sobre todo, confió siempre en el respaldo y protección del Señor,
algo que nosotros debemos hacer para perseverar en nuestra vida cristiana, sin
rendirnos, sirviéndole al Señor siempre, sin retroceder ante la oposición que
se nos pueda presentar.
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