“… me apareció una visión a mí, Daniel, después de
aquella que me había aparecido antes”.
Daniel 8:1
INTRODUCCIÓN
Me
apareció una visión a mí, Daniel, después de aquella que me había aparecido
antes… Con estas palabras el profeta Daniel nos introduce a una nueva sección
en dicho libro. Es interesante leer que esta visión viene en revelación a
Daniel después de la anterior, lo que nos recuerda que anteriormente ya hemos
estudiado no una, sino dos profecías de tremendo contenido profético que poseen
un cumplimiento histórico en la mayoría de su contenido y que al mismo tiempo
anuncia un reino venidero en esta tierra. Si recordamos, las visiones de la
estatua de Nabucodonosor y la de las 4 bestias nos presentan el plan profético
de Dios para las naciones gentiles, en ellas vemos cómo a lo largo de la
historia surgirán naciones y monarcas que se engrandecerán, pero que al final
todas ellas pasaran y el reino mesiánico de nuestro Señor prevalecerá al final
de los tiempos escatológicos. Las profecías anteriormente estudiadas se
encuentran en lengua aramea y presentan dichos planes proféticos que Dios ha
establecido para las naciones gentiles, sin embargo, a partir del capítulo 8 ya
se inicia una nueva sección de visiones y profecías concernientes al plan
profético de Dios para la nación de Israel, de hecho, desde este capítulo hasta
Daniel 12:13, encontraremos esta sección escrita en lengua hebreo.
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| La visión del carnero y el macho cabrío |
LA VISIÓN DEL CARNERO Y EL MACHO CABRÍO
Al
estudiar los primeros dos versículos de Daniel 8 podemos ubicarnos rápidamente
en el tiempo y lugar en el que se dio la visión. Si recordamos un poco, la
visión de las 4 bestias que Daniel tuvo en el capítulo 7 fue en el año primero
de Belsasar, no obstante, esta visión la recibió en el año tercero de este, es
decir, dos años después de la anterior. Esta visión es conocida como la
visión del carnero y el macho cabrío y constituye una gran pieza profética
que mira hacia lo que pasaría en el futuro concerniente a las naciones de
Persia y Grecia, y aun a Israel. Ahora, para empezar Daniel nos especifica cómo,
cuándo y dónde recibió esta visión: “En el año
tercero del reinado del rey Belsasar me apareció una visión a mí, Daniel,
después de aquella que me había aparecido antes. Vi en visión; y cuando la vi,
yo estaba en Susa, que es la capital del reino en la provincia de Elam; vi,
pues, en visión, estando junto al río Ulai”, (Daniel 8:1-2). Fue en
el año tercero del reinado de Belsasar que Daniel recibió la visión, es decir, aún
no había ocurrido la caída de Babilonia, fue estando Daniel en Susa, la capital
del reino de la provincia de Elam que él recibió la visión estando junto al rio
Ulai. Elam fue una región fronteriza con el bajo rio Tigris en el oeste y con
Media en el noreste, su antigua capital fue Susa, la cual llegaría a ser unas
de las principales capitales del imperio persa donde sus reyes pasarían 3 meses
del año. Fue aquí donde Daniel recibe su visión. Algunos han llegado a opinar que,
para recibir esta visión, Daniel no se encontraba físicamente en Susa, sino que
fue llevado a ese lugar en el “espíritu”, ya que d Elam se encontraba a una
gran distancia de Babilonia, sin embargo, tampoco es difícil creer que como
funcionario de Babilonia no pudiese encontrarse en este lugar en alguna tarea
administrativa o diplomática. Es interesante ver que, en el caso de la visión
de las 4 bestias, la revelación la recibió estando dormido, en sueños, sin
embargo, pareciera que esta visión la recibe estando despierto.
UNA VISIÓN APOCALÍPTICA
Ahora, antes de seguir avanzando en esta increíble visión debemos dejar claro que aquí encontramos una gran pieza profética de carácter apocalíptico. Como ya lo hemos dicho anteriormente, el estilo apocalíptico fue un género literario que se desarrolló entre los judíos del tiempo del exilio y que tuvo su mayor auge entre los siglos II al II d.C. Este estilo se caracteriza por su carácter simbólico, donde vemos imágenes de grandes bestias, mares turbulentos, visiones con seres celestiales como lo son los ángeles y apariciones del Dios todo poderoso vestido en toda su gloria. En algunos libros del Antiguo Testamento encontramos secciones de carácter apocalíptico como Ezequiel y Zacarias, y aquí en Daniel podemos considerar varias profecías apocalípticas. El estilo apocalíptico presenta profecías que hablan de un futuro escatológico, en ocasiones de carácter mesiánico y caracterizado por un ángel o ser celestial que sirve de interprete al profeta que recibe dicha visión, y en este capítulo todo esto se cumple, de hecho, aun recibe un nombre este ángel, Gabriel, el mismo ángel que anunciaría el nacimiento de Juan el Bautista y del Señor Jesucristo. Por eso, a partir del versículo 15 de este capítulo 8 encontramos la aparición del ángel Gabriel quien explicaría al Profeta esta visión que Daniel recibe: “Y aconteció que mientras yo Daniel consideraba la visión y procuraba comprenderla, he aquí se puso delante de mí uno con apariencia de hombre. Y oí una voz de hombre entre las riberas del Ulai, que gritó y dijo: Gabriel, enseña a este la visión. Vino luego cerca de donde yo estaba; y con su venida me asombré, y me postré sobre mi rostro. Pero él me dijo: Entiende, hijo de hombre, porque la visión es para el tiempo del fin. Mientras él hablaba conmigo, caí dormido en tierra sobre mi rostro; y él me tocó, y me hizo estar en pie. Y dijo: He aquí yo te enseñaré lo que ha de venir al fin de la ira; porque eso es para el tiempo del fin”, (Daniel 8:15-19). De esta forma veremos como la profecía es explicado por el ángel Gabriel.
LA VISIÓN DEL CARNERO
Luego,
si volvemos a los primeros versículos, lo primero que Daniel ve en su visión es
a un carnero: “Alcé los ojos y miré…”,
(Daniel 8:3). Es interesante ver la manera de como esta increíble visión
comienza, Daniel alzo sus ojos y vio, definitivamente estas palabras
encierran admiración y sorpresa de parte del que recibió súbitamente la visión,
luego, el texto sagrado continua de la siguiente manera: “… y he aquí un carnero que estaba delante del río, y tenía
dos cuernos; y aunque los cuernos eran altos, uno era más alto que el otro; y
el más alto creció después. Vi que el carnero hería con los cuernos al
poniente, al norte y al sur, y que ninguna bestia podía parar delante de él, ni
había quien escapase de su poder; y hacía conforme a su voluntad, y se
engrandecía”, (Daniel 8:3-4). Ahora, la
interpretación de dicha visión se la da a Daniel a través de un interprete
celestial, muy característico de la literatura apocalíptica, en este caso será
el ángel Gabriel: “Y aconteció que mientras yo
Daniel consideraba la visión y procuraba comprenderla, he aquí se puso delante
de mí uno con apariencia de hombre. Y oí una voz de hombre entre las riberas
del Ulai, que gritó y dijo: Gabriel, enseña a este la visión. Vino luego cerca
de donde yo estaba; y con su venida me asombré, y me postré sobre mi rostro.
Pero él me dijo: Entiende, hijo de hombre, porque la visión es para el tiempo
del fin”, (Daniel 8:15-17). Este interprete celestial es un ángel y
se le llama Gabriel, cual es el mismo Gabriel que aparece en los evangelios
según Mateo y Lucas el cual funge como el mensajero del nacimiento de Juan el
bautista y Jesús. De esta forma, el ángel Gabriel se acerca a Daniel y le da la
interpretación en cuanto al significado de la visión: “En cuanto al carnero que viste, que tenía dos cuernos, estos
son los reyes de Media y de Persia”, (Daniel 8:20). Por tanto,
podemos entender que el carnero representa al imperio Medo Persa y según lo
que ve este camero tenía dos cuernos, algo normal en tal animal, pero lo
curioso es que uno de los cuernos creció y se hizo mas alto que el otro. La
historia confirma que los medos llegaron a ser un poderío de mayor importancia
que los persas en el siglo VII a.C., tal fue así que en el año 612 a.C. los
medos hicieron una alianza con los babilónicos y capturaron la Ciudad de
Nínive. Pero con el ascenso de Ciro el Grande los persas crecieron en
influencia y por e l año 550 a.C. tomaron control de Media, cumpliéndose así
esta profecía donde un cuerno llego a crecer y ser mas alto que el otro. La
unión de medo y persas en un solo imperio creó un ejército poderoso que
conquistó toda Asia Menor, la región de Siria, Armenia, Egipto y se extendió
hasta Etiopia. Ninguna nación de aquel entonces tuvo la fuerza o la
capacidad para detener el empuje de los medo-persas, tal y como la profecía lo decía:
“Vi que el carnero hería con los cuernos al
poniente, al norte y al sur, y que ninguna bestia podía parar delante de él, ni
había quien escapase de su poder; y hacía conforme a su voluntad, y se
engrandecía”, (Daniel 8:4).
LA VISIÓN DEL MACHO CABRÍO
La
segunda bestia que Daniel observa en su visión es un macho cabrío: “Mientras yo consideraba esto, he aquí un macho cabrío venía
del lado del poniente sobre la faz de toda la tierra, sin tocar tierra; y aquel
macho cabrío tenía un cuerno notable entre sus ojos. Y vino hasta el carnero de
dos cuernos, que yo había visto en la ribera del río, y corrió contra él con la
furia de su fuerza. Y lo vi que llegó junto al carnero, y se levantó contra él
y lo hirió, y le quebró sus dos cuernos, y el carnero no tenía fuerzas para
pararse delante de él; lo derribó, por tanto, en tierra, y lo pisoteó, y no
hubo quien librase al carnero de su poder”, (Daniel 8:5-7). En este
mismo capítulo el ángel Gabriel le explica a Daniel el significado del macho
cabrío: “El macho cabrío es el rey de Grecia, y el
cuerno grande que tenía entre sus ojos es el rey primero”, (Daniel
8:21). Por tanto, el macho cabrío representa al imperio griego, el cual
surge del poniente, es decir, del occidente, y avanza poderosamente hacia el
Medio Oriente con el propósito de conquistar, luego, el cuerno grande es el
rey primero, quien indudablemente es Alejandro Magno, quien dirige las
tropas griegas y macedonias avanzando desde el poniente hasta los últimos
rincones del medio oriente sin tocar la tierra, es decir, con una velocidad tan
grande que parecía que el macho cabrío parecía no tocar la tierra. Este
macho cabrío derroto al carnero con gran estruendo y en la visión se le revela
a Daniel el detalle de gran estruendo con el cual es vencido: “Y lo vi que llegó junto al carnero, y se levantó contra él y
lo hirió, y le quebró sus dos cuernos, y el carnero no tenía fuerzas para
pararse delante de él; lo derribó, por tanto, en tierra, y lo pisoteó, y no
hubo quien librase al carnero de su poder”, (Daniel 8:7). En el año
334 a.C. Alejandro cruzó el Helesponto y en su primera batalla en el Oriente
derrotó al ejército de los sátrapas en las márgenes del río Gránico.
Posteriormente avanza conquistando las ciudades principales de Asia Menor,
entre ellas Éfeso, Halicarnaso, Pérgamo y Mileto. Tiempo después venció a Darío
III en la batalla de Issos (333 a.C.), batalla en la cual el ejercito persa
superaba numéricamente a los griegos en una proporción de 10 a 1, pero al
final, la victoria fue de los griegos, prevaleciendo así la estrategia ante el número
y Darío no tuvo otra opción que salir huyendo abandonando todos sus tesoros. Posteriormente
su dominio siguió extendiéndose hasta Tiro, Gaza, Fenicia, Judea y Egipto,
donde su coronado como faraón en el 332 a. C. Finalmente, en el 331 a.C. derrotaron de manera aplastante al grueso de
las fuerzas medo-persas en la famosa batalla de Gaugamela, a orillas del rio
Tigris, donde Darío III logra escapar a duras penas y Alejandro logra tomar
Babilonia, luego, las fuerzas griegas tomaron Susa, la capital del reino, Darío
logra escapar nuevamente con el objetivo de reorganizar su ejército para contraatacar,
pero este es asesinado por sus nobles y Alejandro decide honrar el cuerpo de
Darío al darle un funeral digno de un rey. De esta manera llego a su fin la
dinastía aqueménida, cumpliéndose de esta manera esta profecía donde al carnero
fue herido, sus cuernos fueron quebrados y cayendo al suelo fue pisoteado y no
hubo nadie que lo librase de su poder.
EL GRAN CUERNO ES QUEBRADO
Ahora,
el versículo 8 de este capítulo profetiza la inesperada muerte de Alejandro
Magno, este dice: “Y el macho cabrío se
engrandeció sobremanera; pero estando en su mayor fuerza, aquel gran cuerno fue
quebrado...”, (Daniel 8:8). De acuerdo a la historia Alejandro Magno
murió de manera repentina en Babilonia, en el año 323 a.C. cuando se encontraba
en el cenit de su carrera política y militar, su vida fue truncada de manera
misteriosa antes de cumplir 33 años. La razón de su muerte es un misterio, las
teorías van desde el envenenamiento hasta muerte por una enfermedad como la
malaria o una fiebre del Nilo. Como haya sido, aquel gran cuerno que se había engrandecido
en sobremanera fue quebrado y la vida de este prominente hombre llego a su fin
de manera abrupta e inesperada.
LOS 4 GENERALES DE ALEJANDRO O 4 DIÁDOCOS
Ahora,
continuando el estudio del versículo 8 de este capítulo, consideremos la
segunda parte del mismo el cual nos proporciona un detalle muy interesante que
tiene un cumplimiento exacto en la historia. Si recordamos, la primera parte
del versículo 8 profetiza la muerte repentina de Alejandro Magno al dice: “Y el macho cabrío se engrandeció sobremanera; pero estando
en su mayor fuerza, aquel gran cuerno fue quebrado …”, (Daniel 8:8).
Sin embargo, la segunda parte de este versículo nos dice que ante el
quebrantamiento del gran cuerno se levantarían otros 4 cuernos y si leemos,
textualmente dice: “… y en su lugar salieron otros
cuatro cuernos notables hacia los cuatro vientos del cielo”, (Daniel
8:8). La interpretación de este versículo 8 la encontramos más adelante, donde
Gabriel se la explica a Daniel: “Y en cuanto al
cuerno que fue quebrado, y sucedieron cuatro en su lugar, significa que cuatro
reinos se levantarán de esa nación, aunque no con la fuerza de él”,
(Daniel 8:22). Ahora, si tratamos de entender todo esto desde la perspectiva
histórica, a la muerte de Alejandro Magno en el 323 a.C. su reino fue repartido
entre sus 4 generales ya que no dejo herederos. A estos 4 generales se les
llama a veces diádocos, palabra que proviene del griego antiguo diádojoi (διάδοχοι), que algunos traducen como sucesores,
pero literalmente diá (διά), significa “por”,
y déjomai (δέχομαι), “recibir”.
De
esta manera, aquel basto imperio que Alejandro conquisto fue dividido entre sus
4 generales de la siguiente manera:
1. Grecia y Macedonia le fue dada a Casandro.
2. Egipto y Palestina le fue otorgada a Ptolomeo.
3. Tracia y gran parte del Asia Menor fue gobernada por Lisímaco.
4. Siria y gran parte del Medio Oriente le correspondieron a Seleuco.
Posteriormente
la historia testificara las muchas batallas que estos y sus descendientes tuvieron
por las disputas de estas naciones que se repartieron y, de hecho, más adelante
del mismo libro de Daniel lo profetiza. De esta manera, esta impresionante profecía
le fue dada a Daniel, el detalle profético es impresionante y confirmado por la
historia, de tal manera que esta es una evidencia externa de que la Biblia es
la palabra de Dios, sus profecías son exactas, ningún oráculo griego o de la
antigua Mesopotamia o predicción de cualquier otro pueblo antiguo supera al carácter
profético de la Biblia, ya que hoy en día la misma historia confirman la
veracidad de estas palabras.


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