Sometámonos a la Soberanía de Dios (Isaías 46:9-10)





“Acordaos de las cosas pasadas desde los tiempos antiguos; porque yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí, que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero”.
Isaías 46:9-10

INTRODUCCIÓN


La Confesión de fe de Westminster dice: “Dios desde la eternidad, por el sabio y santo consejo de su voluntad, ordeno libre e inalterablemente todo lo que sucede”. La soberanía de Dios es uno de sus atributos y se refiere a la suprema autoridad que Dios tiene en toda su creación para hacer su voluntad. En este sentido podemos entender que nada de lo que haya pasado, o este pasando o vaya a pasar en el universo esta fuera de los designios de su soberana voluntad, Él tiene el control absoluto sobre la naturaleza, el universo en general, y sobre los asuntos de los hombres. Por tanto, el es la mayor autoridad en todo el universo y lo mejor que podemos hacer es someternos a su soberanía.

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La Soberanía de Dios


        I.                        NO EXISTE NADIE QUE ESTE SOBRE LA SOBERANÍA DE DIOS.


Dios es soberanos en sus designios y nada pasa en este mundo sin que sea su voluntad, por eso en Isaías dice: Acordaos de las cosas pasadas desde los tiempos antiguos; porque yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí, que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero. Por ello todos deberíamos vivir conscientes de esta realidad, ya que todo lo que somos y tenemos es porque así lo ha permitido, pero tristemente a veces encontramos personas que viven según los designios de sus propios pensamientos, creen que son exitosos porque su propio brazo los sostiene, confían en sus capacidades y habilidades, pero no saben que si Dios lo desea hoy mismo podría poner fin a todos sus planes. Quizás el mejor ejemplo de esto es Nabucodonosor, quien fue humillado por Dios para que reconociera su soberanía:

“Al cabo de doce meses, paseando en el palacio real de Babilonia, habló el rey y dijo: ¿No es ésta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad? Aún estaba la palabra en la boca del rey, cuando vino una voz del cielo: A ti se te dice, rey Nabucodonosor: El reino ha sido quitado de ti; y de entre los hombres te arrojarán, y con las bestias del campo será tu habitación, y como a los bueyes te apacentarán; y siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que reconozcas que el Altísimo tiene el dominio en el reino de los hombres, y lo da a quien él quiere. En la misma hora se cumplió la palabra sobre Nabucodonosor, y fue echado de entre los hombres; y comía hierba como los bueyes, y su cuerpo se mojaba con el rocío del cielo, hasta que su pelo creció como plumas de águila, y sus uñas como las de las aves”.
Daniel 4:29-33

Sin embargo, al final de 7 años la razón le fue devuelta y reconoció la soberanilla de Dios: “Mas al fin del tiempo yo Nabucodonosor alcé mis ojos al cielo, y mi razón me fue devuelta; y bendije al Altísimo, y alabé y glorifiqué al que vive para siempre, cuyo dominio es sempiterno, y su reino por todas las edades. Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada; y él hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces? En el mismo tiempo mi razón me fue devuelta, y la majestad de mi reino, mi dignidad y mi grandeza volvieron a mí, y mis gobernadores y mis consejeros me buscaron; y fui restablecido en mi reino, y mayor grandeza me fue añadida. Ahora yo Nabucodonosor alabo, engrandezco y glorifico al Rey del cielo, porque todas sus obras son verdaderas, y sus caminos justos; y él puede humillar a los que andan con soberbia”, (Daniel 4:34-37). Nosotros no debemos olvidar que Dios es soberano y que debemos sujetarnos a Él, pero ¿por qué deberíamos hacerlo? Veamos rápido algunas razones por las cuales someternos a su soberanía.

     II.                        ¿POR QUÉ DEBERÍAMOS SOMETERNOS A SU SOBERANÍA?


Revisemos a la luz de la palabra de Dios, la Biblia, algunas razones por las cuales nosotros debemos someternos a la soberanía de Dios, y no vivir de acuerdo con nuestra propia voluntad o los designios de nuestro corazón.


1.       Porque Dios siempre cumple sus promesas y nadie que se somete a Él será defraudado.


“Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. Él dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará?”.
Números 23:19

Definitivamente esta es una buena razón por la cual someternos a su soberanía, ya que es un Dios que cumple todas sus promesas y jamás nos fallara. Hoy en día, muchas personas pueden hacernos promesas, pero muchos a lo mejor no las cumplirán, de hecho, vivimos en un mundo lleno de mentiras y falsas promesas, pero hay alguien en quien si podemos confiar, Él es nuestro Dios Todopoderoso, porque por ser la mayor autoridad en el universo, no hay nada ni nadie que pueda evitar que cumpla aquellas cosas que nos ha prometido, lo único que necesitamos es cree, someternos a su señorío y no desmayar jamás, porque si hay algo que nos ha prometido, ciertamente a su tiempo se cumplirá.

2.       Porque Dios jamás se inclinará a hacer el mal y nadie que se somete a su soberanía sufrirá injusticias.


“Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte”.
Santiago 1:13-15

Aquí tenemos otra razón mas para someternos a su soberanía. Santiago nos dice una verdad bíblica importante y es que Dios no puede tentar a nadie a hacer lo malo, sino que es el ser humano que influenciado por su naturaleza pecaminosa que es impulsado a hacer lo malo. Por tal motivo, es imposible que Dios provoque algún mal a un ser humano, y si esto es así, significa que sujetarse a Dios es sujetarse a un ser bondadoso que solo buscara nuestro propio bien ya que de Él proviene todo lo bueno: “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación”, (Santiago 1:17). Hoy en día las personas les sirven a amos terribles, algunos le sirven al pecado, o a este mundo de vanidades, o incluso al diablo; pero todos son amos malos que destruyen la vida de sus servidores. En la ley levítica hay una hermosa referencia a servirle a un buen amo. De acuerdo con la ley, después de 6 años de servicio, el esclavo quedaba libre en el séptimo año, este podía ser despachado con plena libertad y con provisiones; pero se daba el caso donde el amo era tan bueno y tenia el esclavo una vida de muchos beneficios con él, es decir, casa, seguridad, alimento seguro, la mitad de su jornal era suyo y en algunos casos, hasta esposa se les había concedido, por ello, algunos al tener la oportunidad de quedar libres de su servidumbre, decidían quedarse voluntariamente como esclavos, ya que con sus amos les iba demasiado bien: “Si se vendiere a ti tu hermano hebreo o hebrea, y te hubiere servido seis años, al séptimo le despedirás libre. Y cuando lo despidieres libre, no le enviarás con las manos vacías. Le abastecerás liberalmente de tus ovejas, de tu era y de tu lagar; le darás de aquello en que Jehová te hubiere bendecido. Y te acordarás de que fuiste siervo en la tierra de Egipto, y que Jehová tu Dios te rescató; por tanto, yo te mando esto hoy. Si él te dijere: No te dejaré; porque te ama a ti y a tu casa, y porque le va bien contigo; entonces tomarás una lesna, y horadarás su oreja contra la puerta, y será tu siervo para siempre; así también harás a tu criada. No te parezca duro cuando le enviares libre, pues por la mitad del costo de un jornalero te sirvió seis años; y Jehová tu Dios te bendecirá en todo cuanto hicieres”, (Deuteronomio 15:12-18). De manera similar pasa con nosotros, los que hemos conocido a Dios, nos complace saber que ya no nos pertenecemos a nosotros mismos, sino que hoy somos siervos del Señor, sometidos a su soberanía porque el es un Amo bueno que jamás nos dañara. Esta es una buena razón por la cual someternos a su soberanía.

3.       Porque el que se somete a su soberanía, arrepintiéndose de sus pecados, nadie lo arrebatará de sus manos y tendrá vida eterna.


“Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano”.
Juan 10:28

Finalmente, aquellos que nos entregamos a su soberanía, renunciando a nuestros pecados y haciendo a Jesús el Señor de nuestra vida, pasamos de muerte a vida, heredamos la vida eterna y podemos estar seguros de que nada ni nadie nos arrebatara de su mano: Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Por todo eso, Pablo estaba seguro de que no había nada ni nadie que lo pudiera apartar del amor de Dios, porque realmente no hay nadie que puede ir en contra de su soberana voluntad, y si Él decide salvar a alguien, ¿quién podrá evitarlo?: “Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”, (Romanos 8:38-39).

            CONCLUSIÓN.


En la actualidad el hombre desea gobernar su propia vida, tomar sus decisiones sin que nadie le diga nada, pero, lo cierto es que Dios es soberano en sus decisiones y nada de lo que pasa en esta tierra esta fuera de su voluntad. Si nosotros somos nuestros propios dueños de nuestra vida, esta perecerá y se condenará en el infierno, pero si nos sometemos al señorío de Jesús y vivimos de acuerdo con su voluntad, nuestra vida será diferente ya que:

1.       Dios siempre cumple sus promesas y nadie que se somete a Él será defraudado.
2.       Dios jamás se inclinará a hacer el mal y nadie que se somete a su soberanía sufrirá injusticias.
3.       El que se somete a su soberanía, arrepintiéndose de sus pecados, nadie lo arrebatará de sus manos y tendrá vida eterna.




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