La seguridad que solo Cristo ofrece (Juan 10:27-30)




“Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. Yo y el Padre uno somos”.
Juan 10:27-30

INTRODUCCIÓN


              Continuamos el estudio a lo largo de este capítulo 10 del evangelio según Juan, y si recordamos un poco los judíos estaban celebrando una de sus importantes fiestas, la fiesta de la dedicación, era invierno, y Jesús se paseaba por el pórtico de Salomón, y fue allí donde los líderes religiosos de los judíos lo abordaron preguntándole: “¿Hasta cuándo nos turbarás el alma? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente”, (Juan 10:24). Sin embargo, su pregunta no era sincera ya que anteriormente Jesús les había declarado que Él era el Mesías y sus obras también lo testificaban, lo que realmente estos hombres buscaban era hallar en nuestro Señor una palabra de la cual pudieran acusarlo. Esta platica continua y el tema de las ovejas sigue presente, ya en el versículo anterior Jesús explico por qué estos hombres no creían en sus palabras: “pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho”, (Juan 10:26). La razón principal era porque estos hombres no eran ovejas de su rebaño, y por eso no oían su voz. Ahora Jesús afirma que sus ovejas oyen su voz y la reconocen, y les ofrece una seguridad que no encontraran en cualquier lugar.

La seguridad que solo Cristo ofrece


LA SEGURIDAD DE QUE OÍMOS SU VOZ Y ESTA NOS GUÍA


“Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen…”
Juan 10:27

              Ya anteriormente vimos como las ovejas suelen reconocer el tono de voz de su pastor y la siguen, definitivamente su voz les infunde aliento y dirección, y eso a su vez les trae confianza. De igual forma, nuestro Señor Jesucristo como el buen pastor trae seguridad a nuestras vidas en el sentido que oímos su voz y esta nos guía. En Jesús podemos encontrar la dirección, y esta se obtiene a través de su palabra: “Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino”, (Salmo 119:105). Dios desea guiarnos a través de este mundo, no debemos olvidar que los creyentes solo somos peregrinos en esta tierra y por ello a través de su palabra obtenemos toda la instrucción que necesitamos: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra”, (2 Timoteo 3:16-17). La palabra griega que se traduce como “inspirada” es zeópneustos (θεόπνευστος), y literalmente significa “soplada”, lo que a su vez nos sugiere que la Biblia es la palabra que ha sido soplada del mismo aliento de Dios, por ello hoy en día es el método favorito que el Señor tiene para hablarnos. Además de su palabra que nos guía también tenemos al Espíritu Santo, el cual está con nosotros y nos guía a toda verdad: “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros…Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho”, (Juan 14:16-17, 26). Es el Espíritu Santo el que nos ilumina en cuanto a la correcta interpretación de la Biblia y es a través de esta instrucción que los cristianos somos guiados en la voluntad de Dios, la cual es perfecta, por ello en Jesús nuestro buen pastor podemos encontrar la seguridad de que siempre oiremos su voz y esta nos guiará, lo único que necesitamos es poner atención a su palabra: “El que tiene oídos para oír, oiga”, (Mateo 13:43), y obedecerla: “Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos”, (Santiago 1:22).

LA SEGURIDAD DE QUE TENEMOS VIDA ETERNA


“… y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano”.
Juan 10:28

               La segunda cosa de la que nos podemos sentir seguros en Cristo es de la seguridad de nuestra salvación. Jesús como el buen pastor nos dice que todo aquel que cree en él puede tener la seguridad de que lo salvará: y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Esta es la confianza que tenemos en Cristo, la vida eterna, sino fuera de esta forma la vida que nos ofrece realmente no fuera eterna, ya que nos promete que al creer hemos pasado de muerte a vida y no veremos condenación: “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, más ha pasado de muerte a vida”, (Juan 5:24). Las afirmaciones de Jesús en este versículo nos dejan bien claro el tema de la seguridad de la salvación, ya que uno, nos da vida eterna; dos, no perecerán jamás; y tres, nadie será arrebatado de sus manos, estas palabras realmente animan a sus escogidos y les dan la seguridad de su salvación.

LA SEGURIDAD DE QUE EL PADRE NOS PROTEGE


“Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre”.
Juan 10:29

              Lo tercero que nos ofrece seguridad es el hecho de que nosotros somos un regalo del Padre al Hijo, y por tanto, si estamos en las manos del Padre, quien podrá arrebatarnos de su mano. Lo cierto es que para poder ser arrebatados de esta tan gloriosa salvación tienen que arrebatarnos de las manos del mismo Dios, y ¿quién podrá lograrlo? ¿Quién puede vencer a Dios? ¿Existe acaso alguien más poderoso que Dios? Por ello Pablo decía: “Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”, (Romanos 8:38-39). Lo cierto es que esta es nuestra seguridad y no tenemos que temer nada porque nada nos pasara a menos que Dios lo permita y nosotros somos un regalo que Dios el Padre le ha dado a su Hijo.

LA SEGURIDAD DE QUE NUESTRO SEÑOR ES DIOS


“Yo y el Padre uno somos”.
Juan 10:30


               Finalmente, nuestras vidas, y en general, nuestra eternidad está segura porque nuestra confianza esta puesta en Jesús, quien es Dios: Yo y el Padre uno somos. Aquí no se nos está diciendo que el Padre y el Hijo son el mismo ser, sino que son dos personas diferentes  que comparten una sola unidad como Dios. Aquí tenemos otro de los versículos exclusivos del evangelio según Juan que pretenden demostrar la divinidad de nuestro Señor Jesucristo. Muchas personas siguen a hombres o mujeres que a través de sus enseñanzas e influencia han creados grandes religiones. Por ejemplo, los Testigos de Jehová siguen a Charles Russell, los mormones siguen a Josef Smith, los Adventistas del Séptimo día siguen a Elena de With, los musulmanes a Mahoma, los budistas a Buda y así se han levantado muchos líderes religiosos, pero lo cierto es que todos estos están muertos porque son simples mortales, mas no es así con nuestro Señor Jesucristo, porque Él es Dios. Por esto y por todo lo demás los cristianos podemos sentirnos seguros en Cristo Jesús, nuestro buen pastor.


2 comentarios: