“Hermanos, yo mismo
no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo
que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al
premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”.
Filipenses 3:13
INTRODUCCIÓN
El
segundo hábito que debemos desarrollar es: Mantenga la mirada siempre en el blanco
perfecto. Este hábito consiste en mantener nuestra mente, nuestros anhelos,
nuestra completa atención, nuestro principal enfoque, nuestra motivación y todo
nuestro ser dirigido a Cristo y los intereses del reino de Dios. El
éxito de nuestra vida depende en gran manera de mantenernos firmes y constantes
creciendo en aquellas cosas que verdaderamente nos ayudará en nuestra vida
cristiana: “Así
que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del
Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano”,
(1 Corintios 15:58). Permanecer firme, ser constante y disciplinado creciendo
siempre en la obra del Señor son actitudes que nos ayudan a tener éxito en
nuestra vida cristiana, y aún más en el liderazgo. Lamentablemente, el ser
inconstantes, distraídos e irresponsables con nuestro crecimiento espiritual
provoca nuestro estancamiento en el servicio de Dios y nos convierte en líderes
ineficientes que generalmente terminan retrocediendo, y esto no agrada a Dios: “Y Jesús le dijo:
Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el
reino de Dios”, (Lucas 9:62). Muchas veces no se tiene éxito en el
servicio a Dios e incluso en nuestro crecimiento espiritual porque simplemente
desistimos y nos damos por vencidos, pero ¿a qué se debe eso? La respuesta es
que no se tenía la mirada en el blanco perfecto. Si hay alguien que supo
mantener su mente en el blanco perfecto fue el apóstol Pablo quien decía: “Hermanos, yo mismo
no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo
que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al
premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”. Para él la
meta suprema era Cristo y toda su vida estaba enfocada en ser fiel al
llamamiento que había recibido. Todos nosotros nos movemos de acuerdo a
nuestras prioridades y basadas en ellas fijamos metas que nos mantienen en el
campo de juego, y en la vida cristiana es importante mantenernos fieles al
llamamiento que se nos ha hecho. Ahora bien, es justo preguntarnos, ¿cómo este
hábito puede ayudarnos en gran manera en nuestra carrera como líderes
cristianos? Veamos.
Segundo Hábito: Mantenga la Mirada en el Blanco Perfecto |
MANTENER NUESTRA MIRADA EN EL BLANCO PERFECTO NOS AYUDA A NO SER SEDUCIDOS POR EL PECADO
Una de las razones por las cuales muchas
personas no avanzan en su vida cristiana, e incluso retroceden es por causa de
los pecados. Mantener la mirada en el blanco perfecto nos ayuda a no prestar
atención al pecado que nos rodea y dejarnos seducir por él. Generalmente
el diablo busca la forma de alejarnos de Dios, de provocar nuestra caída del
evangelio, pero si no lo logra, entonces busca la forma de ensuciar nuestra
vida con el fin de manchar nuestra conciencia y restar autoridad a nuestra
vida. Hoy en día vivimos en un mundo donde muchos cristianos e incluso líderes
viven con pecados ocultos, esto provoca que nuestro servicio en la obra de Dios
sea inefectivo y por consiguiente nuestro crecimiento espiritual se estanca
hasta que finalmente somos arrastrados al mundo.
La treta de Satanás para ensuciarnos.
En
la Biblia encontramos una historia que nos ilustra lo que estamos hablando:
“Me
mostró al sumo sacerdote Josué, el cual estaba delante del ángel de Jehová, y
Satanás estaba a su mano derecha para acusarle.
Y dijo Jehová a Satanás: Jehová te reprenda, oh Satanás; Jehová que ha
escogido a Jerusalén te reprenda. ¿No es éste un tizón arrebatado del
incendio? Y Josué estaba vestido de
vestiduras viles, y estaba delante del ángel. Y habló el ángel, y mandó a los
que estaban delante de él, diciendo: Quitadle esas vestiduras viles. Y a él le
dijo: Mira que he quitado de ti tu pecado, y te he hecho vestir de ropas de
gala. Después dijo: Pongan mitra limpia sobre su cabeza. Y pusieron una mitra
limpia sobre su cabeza, y le vistieron las ropas. Y el ángel de Jehová estaba
en pie. Y el ángel de Jehová amonestó a Josué, diciendo: Así dice Jehová de los
ejércitos: Si anduvieres por mis caminos, y si guardares mi ordenanza, también
tú gobernarás mi casa, también guardarás mis atrios, y entre éstos que aquí
están te daré lugar”.
Zacarías 3:1-7
Aquí
vemos a uno de los personajes responsables de restaurar el culto a Dios entre
los judíos, Josué el sumo sacerdote; pero Satanás había logrado hacerlo caer en
la inmundicia del pecado para evitar que este fuera efectivo en su trabajo. Vemos
como su vida espiritual estaba tan sucia que no tenía la autoridad para
ministrar delante de Dios y ejercer efectivamente su ministerio: Me mostró al sumo
sacerdote Josué, el cual estaba delante del ángel de Jehová, y Satanás estaba a
su mano derecha para acusarle. Y dijo
Jehová a Satanás: Jehová te reprenda, oh Satanás; Jehová que ha escogido a
Jerusalén te reprenda. ¿No es éste un tizón arrebatado del incendio? Y Josué estaba vestido de vestiduras viles, y
estaba delante del ángel. Uno podría preguntarse, ¿qué clase de
pecados eran los que ensuciaban la vida del sumo sacerdote Josué? Considerando
los pecados en los que habían caído los judíos en tiempos post-deportación y
por los cuales los profetas Hageo, Zacarías y Malaquías los amonestaron, uno
podría imaginase en qué consistía la inmundicia del Josué. Vemos los pecados
comunes en este periodo:
1. Una
indiferencia al progreso de la obra de Dios. Podemos ver en Hageo como los
judíos habían abandonada la construcción del Templo y se preocupaban más por
sus casas.
2. Los
sacerdotes no preparaban adecuadamente los sacrificios del Templo, tal y como
lo muestra Malaquías.
3. Ofrendas
inapropiadas por parte del pueblo. Le ofrecían a Dios el siervo cojo o enfermo
tal y como lo muestra Malaquías.
4. El
Robo de diezmos y ofrendas.
5. Malaquías
nos muestra pecados entre el pueblo como adulterio, casamiento con incrédulos,
tratos engañosos y toda clase de impurezas.
6. No
guardaban el sábado para honrar a Dios, sino que lo usaban para comercializar tal
y como lo vemos en Nehemías.
Tristemente estos pecados se repiten
nuevamente en nuestra época, y de alguna forma muchos líderes cristianos se
encuentran sucios por la inmundicia de estos pecados. Sabemos que la intención
del diablo es destruirnos y conducirnos a la condenación eterna, pero mientras
vivamos en santidad, él jamás podrá tocarnos a menos que Dios se lo permita,
tal y como lo vemos en Job: “Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: ¿Acaso teme Job a Dios
de balde? ¿No le has cercado alrededor a él y a su casa y a todo lo que tiene?
Al trabajo de sus manos has dado bendición; por tanto, sus bienes han aumentado
sobre la tierra”, (Job 1:9-10). Por esto mismo, Satanás sabe que lo
que tiene que hacer es contaminar nuestra vida con el pecado para romper
nuestra comunión con Dios y volvernos menos efectivos en el testimonio de su
gracia. Si hay algo que Satanás sabe hacer es ensuciar todo lo que toca,
especialmente al pueblo de Dios. Por ejemplo, engaño a Eva para que comiera del
fruto prohibido y así logro introducir el pecado a la humanidad (Génesis 3).
También, después de fallar en su intención de maldecir a Israel por medio de
Balaam, decidió quitarles esa protección divina haciéndolos caer en el pecado
de la fornicación al enviarles las mujeres moabitas lo cual provocó la ira de
Dios a través de una gran mortandad (Números 25). En Hechos vemos como lleno el
corazón de Ananías y Safira para que mintieran acerca de la propiedad que
vendieron y así murieron por su mentira (Hechos 5:1-11). Y en Apocalipsis vemos
de manera simbólica a una mujer llamada Jezabel quien bajo el título de
profetiza inducia a la iglesia de Tiatira a fornicar y comer de lo sacrificado
de los ídolos. Una de las estrategias del diablo es introducir en nuestra vida
la inmundicia del pecado para restar nuestra efectividad en la obra del Señor y
hacernos caer en el futuro. Charles Spurgeon hablaba de la importancia de que los líderes
cristianos se cuiden a sí mismo debido a que ellos mismos son su propio
instrumento para servirle a Dios: “trabajaremos con tanto mayor éxito, cuando mejor sea
nuestra condición espiritual. En otras palabras: generalmente efectuaremos
mejor la obra de nuestro Señor, cuando los dones y gracia que hemos recibido se
hallen en buen orden; y lo haremos peor cuando no lo estén”[1].
Es por esto por lo que la exhortación de Dios a todos sus líderes es a mantenerse
limpios, y si no lo están a limpiarse de toda contaminación para que su
servicio sea efectivo, tal y como se le dijo al sumo sacerdote Josué: Y
habló el ángel, y mandó a los que estaban delante de él, diciendo: Quitadle
esas vestiduras viles. Y a él le dijo: Mira que he quitado de ti tu pecado, y
te he hecho vestir de ropas de gala. Después dijo: Pongan mitra limpia sobre su
cabeza. Y pusieron una mitra limpia sobre su cabeza, y le vistieron las ropas.
Y el ángel de Jehová estaba en pie. Y el ángel de Jehová amonestó a Josué,
diciendo: Así dice Jehová de los ejércitos: Si anduvieres por mis caminos, y si
guardares mi ordenanza, también tú gobernarás mi casa, también guardarás mis
atrios, y entre éstos que aquí están te daré lugar. Esta es la promesa de Dios a sus siervos y
por esta razón debemos esforzamos por mantenernos limpios, pero ¿cómo lograrlo?
Veamos lo que la Biblia nos enseña al respecto.
La exhortación de despojarnos de todo peso del pecado.
Comprendiendo
todo esto nos damos cuenta de la importancia de mantenernos limpios delante de
Dios, ya que de los contrario nuestra vida espiritual y liderazgo serán
estorbados, y de allí que Hebreos nos exhorta a saber correr la carrera que
tenemos por delante: “Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro
tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos
asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos
los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto
delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la
diestra del trono de Dios”, (Hebreos 12:1-2). Aquí se nos habla no
de una carrera donde lo importante es llegar primero, sino de una carrera de
resistencia, donde lo importante es completarla. Este texto sugiere la idea de
una competencia atlética en un gran anfiteatro que nos enseña cómo correr la
carrera cristiana:
1. Debemos correr inspirándonos en
la vida de los héroes de la fe: teniendo en derredor nuestra tan
grande nube de testigos. Los testigos (palabra que se traduce del griego mártus -μάρτυς-, literalmente
mártir)
son los héroes de la fe del pasado del capítulo 11 de Hebreos los cuales no son
simples espectadores sino verdaderos ejemplos que inspiran a los corredores. Por
ello es importante estudiar las biografías de los apóstoles del Señor como
Pedro, Pablo, Juan, Santiago, entre otros, o la de los padres de la iglesia
primitiva como Ignacio de Antioquia, Policarpo de Esmirna, Justino Mártir,
Crisóstomo, Tertuliano, y en general todos los mártires de este periodo; o
estudiar la vida de los grande teólogos de los siglos III y IV como el Trio
Capadocia, Agustín de Hipona, Jerónimo; o los héroes del periodo del
obscurantismo como los valdenses y albigenses; o los grandes reformadores como
Girolamo Savonarola, Martin Lutero, Juan Hus, William Tyndele, Juan Calvino; o
la historia de grandes misioneros y predicadores del avivamiento como George
Müller, David Livingston, Charles Spurgeon, Jonathan Edward, William Carey,
David Brainerd, John Wesley, D. L. Moody, Hudson Tallor, entre otros. Lo cierto es que estudiar la vida de todos
estos hombres, sus pruebas, paciencia y perseverancia, los logros y testimonio
ayuda a inspirarnos para unirnos a todo este ejército de la fe y por ello el
autor de la carta a los Hebreos decía que corramos teniendo en cuenta tan
grande nube de testigos.
2. Debemos despojarnos de todo
peso del pecado: despojémonos de todo peso y del
pecado que nos asedia. Los corredores griegos tenían la costumbre de
desnudarse antes de la carrera con el fin de eliminar cualquier peso que
pudiera hacerlos menos veloces, de igual manera los creyentes debemos despojarnos
de todo peso que nos angustie y en especial del pecado que nos asedia para ello
es importante buscar la limpieza a través de la confesión de nuestros pecados
recordando que Cristo nos perdona: “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y
si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el
justo”, (1 Juan 2:1).
3. Esta carrera debe correrse con
mucha paciencia ya que no se trata de llegar primero, sino de saber cómo llegar:
y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante. La palabra paciencia en este
versículo viene del griego ipomoné (ὑπομονή), que
literalmente significa constancia, resistencia o perseverancia, y en este
sentido eso significa ser paciente: saber resistir y perseverar en la vida
cristiana. Llegaran momentos en nuestra vida donde las críticas y pruebas se
intensifiquen de tal forma que parezca mejor retroceder, pero no debemos
desistir porque al final nuestro Señor nos recompensará.
4. Finalmente, debe correrse con
los ojos puestos en el blanco perfecto, Jesucristo: puestos
los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto
delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la
diestra del trono de Dios. Jesús es nuestro mayor ejemplo para perseverar en
esta vida, debemos entender que nuestro servicio no es para un hombre de esta
tierra, que nuestra lealtad está en función del agradecimiento a Cristo y no en
función de un hombre imperfecto de esta tierra.
Cuando
nuestra mirada está puesta en Jesús su sacrificio y victoria sobre la muerte
nos inspira y nos ayuda a no ceder ante las tentaciones que este mundo nos
ofrece. Así, el hábito de siempre mantener la mirada en el blanco perfecto nos ayuda
a no dejarnos engañar por las tentaciones y ceder al pecado, porque nuestra
inspiración es Aquel que fue tentado, pero venció al tentador, Aquel que
menosprecio el oprobio para que por su muerte y sufrimientos nosotros fuésemos
libres de la condenación eterna y herederos de todas sus promesas.
MANTENER NUESTRA MIRADA EN EL BLANCO PERFECTO NOS AYUDA A NO DESVIAR NUESTRA ATENCIÓN DE LAS COSAS ESPIRITUALES
En segundo lugar, el mantener nuestra mirada en
el blanco perfecto nos ayuda a no desviar nuestra atención de las cosas
espirituales. Nuestro Señor Jesús insistió repetidas veces en no afanarnos en
las cosas de este mundo sino en priorizar el reino de Dios y su justicia ya que
todo lo demás nos vendría por añadidura: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y
todas estas cosas os serán añadidas”, (Mateo 6:33). Nuestro Señor
anhela que todo nuestro corazón le pertenezca y el principal de los
mandamientos así lo ordena: “Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu
alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal
mandamiento”, (Marcos 12:30). Por otro lado, también las Escrituras
nos piden que como hijos de Dios pongamos nuestra atención en las cosas
espirituales:
“Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está
Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no
en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con
Cristo en Dios”, (Colosenses 3:1-3) Mantener la mirada en el blanco
perfecto significa que nuestra mirada o principal atención estará puesta en las
cosas espirituales. Este mundo tratará de desviar nuestra atención de
las cosas espirituales tentándonos con los deseos de la carne, los deseos de
los ojos y la vanagloria de la vida, pero como Juan dice no debemos amar las
cosas del mundo porque son perecederas: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si
alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en
el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la
vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos;
pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”, (1
Juan 2:15-17). En su libro el progreso del peregrino John Buyan nos describe
muy bien el engaño que Satanás a montando al querernos seducir a través de las
vanidades que este mundo nos ofrece. En su libro Buyan la llama la feria de la
vanidad y dice: “Por
eso en esta feria se encuentran toda clase de mercancías: casas, tierras,
negocios, colocaciones, honores, ascensos, títulos, países, reinos,
concupiscencias y placeres, y toda clase de delicias, como son rameras,
esposas, maridos, hijos, amos, criados, vidas, sangre, cuerpos, almas, plata,
oro, perlas, piedras preciosas y muchas cosas más. En ella se encuentran
también constantemente truhanerías, engaños, juegos, diversiones, payasos,
bufones, bribones y estafadores de toda especie. No para en esto sólo: allí se
ven, y eso de balde, robos, muertes, adulterios, falsos juramentos; pero no
como quiera sino hasta los de color más subido”[2].
En este relato el mundo es como una feria de la vanidad que está en medio del
camino de todo cristiano y tiene como fin seducirlo con toda clase de vanidades
y desviarlo del propósito de Dios en su vida, pero no debemos desviar nuestra
mirada del blanco perfecto, de Cristo Jesús, tal y como lo expresa
alegóricamente John Buyan: “Pues bien; el camino de la ciudad celestial pasa precisamente
por medio de esta población, y el que quisiere ir a la ciudad celestial sin
pasar por ella le sería necesario salir del mundo”[3].
De manera alegórica este libro nos ilustra una de las luchas que los cristianos
tenemos en este mundo donde nos vemos expuestos a toda clase de seducción y
propuestas que pretenden alejarnos de la comunión con nuestro Dios, sin
embargo, antes de poner la mirada en estas cosas debemos poner todo nuestro
interés en las cosas espirituales: “Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de
arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las
cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida
está escondida con Cristo en Dios”, (Colosenses 3:1-3). En este
sentido si nuestra mirada esta puesta en Cristo, todo lo que se refiere a lo
espiritual nos interesara en gran manera a tal punto que por amor a Él no
permitiremos que los ofrecimientos de este mundo nos seduzcan y alejen de sus
tesoros espirituales.
MANTENER NUESTRA MIRADA EN EL BLANCO PERFECTO NOS AYUDA A MANTENERNOS EN EL CAMINO CORRECTO HASTA ALCANZAR LA META SUPREMA
“Hermanos, yo mismo
no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo
que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al
premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”.
Filipenses 3:13
Finalmente, podemos decir que mantener
nuestra mirada en el blanco perfecto nos ayuda a mantenernos en el camino
correcto y alcanzar la meta suprema. Cristo y su llamamiento es nuestro
blanco perfecto, su obra expiatoria debe inspirarnos a seguir el camino que ha
trazado para cada uno de nosotros y a cumplir fielmente el llamamiento que
tenemos de ser sus testigos en esta tierra. Cuando esto es así como Pablo no
hacemos caso de las cosas que han quedado atrás, nuestro pasado, lo que el
mundo nos ofrece incluso las pruebas y dificultades no nos hacen desviar del
camino porque Cristo y su llamamiento es nuestra meta suprema: “Hermanos, yo mismo
no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo
que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al
premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”. Por esta razón Pablo sabía que nada lo
desviaría del ministerio que el Señor le había dado: “Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo
preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el
ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia
de Dios”, (Hechos
20:24). Comprender que nuestra fidelidad, llamamiento, esfuerzo y sacrificio
están en función de Cristo y no de un hombre de esta tierra nos ayuda a
mantenernos firmes y constantes creciendo siempre, sin importar nada más. Por
tanto, debemos desarrollar este hábito de mantener la mirada siempre puesta en
el blanco perfecto para que el tiempo pase, pero nuestro amor y compromiso por
el Señor Jesús jamás mengue sino siga creciendo cada día.
[1] Charles C.
Spurgeon.”
Discurso a mis estudiantes”. Editorial Mundo Hispano, Decimonovena edición,
E.E.U.U, 2010. Pág. 6.
[3] John Buyan.
“Pilgrim´s progress”. Publisher by Create Space Independent Publishing
Platform, 201. 176 pages.
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