La sanidad de la suegra de Pedro (Mateo 8:14-17)


“Vino Jesús a casa de Pedro, y vio a la suegra de éste postrada en cama, con fiebre. Y tocó su mano, y la fiebre la dejó; y ella se levantó, y les servía. Y cuando llegó la noche, trajeron a él muchos endemoniados; y con la palabra echó fuera a los demonios, y sanó a todos los enfermos; para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencia”.
Mateo 8:14-17

Introducción

             A continuación Mateo nos relata el siguiente milagro de sanidad divina de Jesús: la sanidad de la suegra de Pedro. Al comparar el mismo relato que aparecen tanto en los evangelios según Marcos y Lucas, podemos darnos cuenta que estaba en Capernaum. También a través de los otros relatos de los evangelistas, podemos deducir que era un día sábado cuando Él llego. El hecho de que la suegra de Pedro viviera con ellos es un dato muy curioso, ya que tradicionalmente no se acostumbraba así. Generalmente las parejas de casados se mudaban a una casa aparte de la de los padres y tenían muchos hijos. Cuando una mujer enviudaba, ésta se iba a vivir ya sea con sus padres o con un hijo. No obstante, aquí vemos el caso donde la suegra vive con su yerno y su hija. También podemos ver que Pedro estaba casado. Por medio de la escritura se cree que su mujer lo acompaño posteriormente en su ministerio como apóstol, tal y como lo registran las Escritura: “¿No tenemos derecho de traer con nosotros una hermana por mujer como también los otros apóstoles, y los hermanos del Señor, y Cefas?”, (1 Corintios 9:5). También, Clemente de Alejandría, en unos de sus escritos habla que tanto Pedro como su esposa sufrieron el martirio de la muerte el mismo día: “Al ver que llevaban a la muerte a su mujer, Pedro se regocijó de que fuera llamada y trasladada al Hogar, y la llamó por su nombre, animándola y confortándola: ¡Acuérdate del Señor!” (Stromata 7:6).

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Jesús sana a la suegra de Pedro

Jesús sana a la suegra de Pedro

“Vino Jesús a casa de Pedro, y vio a la suegra de éste postrada en cama, con fiebre. Y tocó su mano, y la fiebre la dejó; y ella se levantó, y les servía”.
Mateo 8:14-15

           Este tercer milagro que Mateo relata en esta sección tiene al igual que los otros dos anteriores sus peculiaridades. Primeramente, ocurrió en un lugar privado, la casa de Pedro, a diferencia de los otros donde muchas personas lo presenciaron.  En el evangelio según Marcos solo se nos dice que le comentaron de ella: “Y la suegra de Simón estaba acostada con fiebre; y en seguida le hablaron de ella”, (Marcos 1:30), y Lucas agrega que le rogaron por ella: “La suegra de Simón tenía una gran fiebre; y le rogaron por ella”, (Lucas 4:38), mientras que Mateo agrega que Jesús vio a la suegra de éste postrada en cama, con fiebre. Por tanto, podemos suponer que al entrar Jesús a la casa de Pedro vio a su suegra con una gran fiebre y esto despertó su compasión a tal punto que le contaron lo mal que estaba y le rogaron que hiciera algo a favor de ella. La misericordia de Jesús era tan grande que muchos de sus milagros fueron en lugares privados como este, donde las multitudes no se enteraban. Mateo de manera sencilla, rápida y dramática relata lo que a continuación sucede: Y tocó su mano, y la fiebre la dejó; y ella se levantó, y les servía. Hay cuatro verbos del tiempo pretérito indefinido (aoristo en griego) que presentan una acción puntual cumplida en el pasado: la vio, la tocó, la fiebre la dejó, ella se levantó. En cambio, el quinto verbo (les servía), es un pretérito imperfecto que presenta una acción que se extiende en forma continuada y repetida en el tiempo. Esto nos indica que después que Jesús la sano, mostro su gran gratitud sirviéndole fielmente. Esto nos muestra la actitud correcta que deberíamos tener después que Jesús nos salva y restaura de nuestra antigua vida de pecado. Como redimidos debemos poner nuestra vida al completo servicio de Jesús, tal y como la suegra de Pedro lo hizo, no debemos desperdiciar los dones que se nos ha otorgado para el pecado.

Las multitudes buscan alivio en Jesús


“Y cuando llegó la noche, trajeron a él muchos endemoniados; y con la palabra echó fuera a los demonios, y sanó a todos los enfermos; para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias”.
Mateo 8:16-17

              Las palabras utilizadas por el evangelista Mateo: Y cuando llegó la noche, nos sugieren el término de un día completo. Si evaluamos ese día, podríamos ubicarnos desde el momento que Él sube al monte, donde les explica a las multitudes las grandes verdades del evangelio de Dios en lo que conocemos como el Sermón de Monte. Luego, antes de la aparición del leproso, el texto nos dice que descendió del monte, y posteriormente se dedica a sanarlo de su lepra, luego sana al siervo del centurión y finalmente lo vemos en la casa de Pedro sanando a su suegra. Si consideramos todas sus actividades realizadas podríamos fácilmente concluir que fue un día donde termino exhausto, ya que no olvidemos que si bien es cierto que Jesús era Dios, también era un hombre perfecto, por lo que experimentaba el cansancio como todos nosotros. Posiblemente Jesús pudo haber dicho que tenía muy merecido una noche de descanso; pero no fue así. Mateo dice que cuando llegó la noche, trajeron a él muchos endemoniados; y con la palabra echó fuera a los demonios, y sanó a todos los enfermos. A pesar de su cansancio, nuestro Señor no pudo ignorar la gran necesidad que estas personas tenían de ser liberados de su azote. Su compasión siempre fue más allá de cualquier necesidad de descanso, su ministerio fue exhaustivo y orientado a ayudar a los más necesitados. Mateo una vez más trata de enlazar los acontecimientos que están pasando con las profecías mesiánicas del Antiguo Testamento, ya que no olvidemos que su propósito principal es demostrar que Jesús es el Mesías profetizado en la ley, los profetas y salmos.  El cita al profeta Isaías: El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias.

“Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido”.
Isaías 53:4

                Definitivamente esta profecía se hizo realidad cuando Jesús vino a esta tierra, todas las sanidades divinas que realizaba eran un fiel cumplimiento de Isaías 53:4, y lo presentaban como el Mesías tan esperado. Hoy en día, como cristianos gozamos de esta gloriosa promesa, ya que la forma de cómo llevo todas nuestras dolencias y enfermedades fue a través de su muerte en la cruz del Calvario.

“Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados”.
1 Pedro 2:24


                No obstante, esto no significa que como cristianos jamás nos enfermaremos, o que incluso, que siempre seremos sanados. Por ejemplo, tenemos los casos de Eliseo, en 2 Reyes 13:14; Ezequías, en 2 Reyes 20:1; Dorcas, en Hechos 9:36-37; Pablo, Gálatas 4:13; Epafrodito, en Filipenses. 2:25-27; Timoteo, en 1 Timoteo 5:23; Trófimo, en 2 Timoteo 4:20. Algunos de ellos jamás se fueron sanados por propósitos de Dios, y hasta murieron. Frecuentemente le agrada a Dios darle la salud a sus escogidos, bendición que muchas veces viene como respuesta a la oración; pero debemos estar conscientes que no siempre será así: “¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados”, (Santiago 5:14, 15).

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