La verdadera conversión (Hechos 26:19)



“Por lo cual, oh rey Agripa, no fui rebelde a la visión celestial”.
Hechos 26:19

INTRODUCCIÓN


            De acuerdo a las estadísticas de diferentes instituciones, aproximadamente el 33% de la población mundial es considerada cristiana, considerándose como tal  a los evangélicos, testigos de Jehová, Mormones, Católicos y otras denominaciones que comparten sus creencias de la Biblia. Muchas de las personas que hoy profesan ser cristianos lo dicen ser porque nacieron en un hogar que compartía esa creencia, o porque les fue heredado o porque un día levantaron la mano obedeciendo un llamado que un predicador o porque llegaron a la conclusión de que ese era el mejor camino para estar a cuentas con Dios. Sin embargo, ¿qué dice la Biblia? En las páginas del Nuevo Testamento podemos encontrar que durante los días de la iglesia primitiva todos los llamados cristianos llegaban a serlo por conversión y el apóstol Pablo es un buen ejemplo de ello. Por tanto, todos debemos cuestionarnos si realmente somos cristianos por conversión o solo por tradición. Veamos en que consiste la verdadera conversión.

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La conversión de Pablo

       I.            SIN UNA CONVERSIÓN SE VIVE UNA MENTIRA.

“Mi vida, pues, desde mi juventud, la cual desde el principio pasé en mi nación, en Jerusalén, la conocen todos los judíos; los cuales también saben que yo desde el principio, si quieren testificarlo, conforme a la más rigurosa secta de nuestra religión, viví fariseo”.
Hechos 26:4-5

            Aquí encontramos a un hombre que desde su juventud vivió de acuerdo a los principios de una de las sectas más estrictas en Israel: los fariseos. Convencido que había encontrado el mejor y único medio para servirle a Dios estaba encaminado a un destino de condenación al perseguir a los seguidores de Jesus por considerarlos una herejía.

“Yo ciertamente había creído mi deber hacer muchas cosas contra el nombre de Jesús de Nazaret; lo cual también hice en Jerusalén. Yo encerré en cárceles a muchos de los santos habiendo recibido poderes de los principales sacerdotes; y cuando los mataron, yo di mi voto. Y muchas veces, castigándolos en todas las sinagogas, los forcé a blasfemar; y enfurecido sobremanera contra ellos, los perseguí hasta en las ciudades extranjera”.
Hechos 26:9-11

            Cuantas personas viven engañadas como lo estaba Pablo, algunos viven una religión falsa, creyendo estar cerca de Dios, están mas lejos de lo que creen, otros no miden las consecuencias de sus pecados, creen que no necesitan el perdón de Dios y se deleitan en el mundo siguiendo su propio camino, sin saber que van camino a la condenación. El apóstol Pablo hablo de lo engañoso que el pecado es, y como éste toma ventaja de los mandamientos de la ley para condenar más al hombre.

“Porque el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, me engañó, y por él me mató”.
Romanos 7:11

            De igual forma el corazón del hombre es muy engañoso a tal punto que no podemos dejarnos llevar por los sentimientos tal y como lo declara la escritura, porque aunque parezcan bien a nuestra opinión, no necesariamente sea así delante de Dios.

“Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?”.
Jeremías 17:9

            Por tanto, debemos tener el sumo cuidado de no encontrarnos viviendo en el error, Pablo pertenecía a una religión estricta que demandaba vivir de acuerdo a la ley de Moises; creía que hacia la voluntad de Dios pero estaba equivocado. De igual forma, el hombre sin Cristo está perdido, necesita convertirse verdaderamente a Dios, tal y como le sucedió a Pablo.

    II.            EL ENCUENTRO CON CRISTO: EL PASO A LA VERDADERA CONVERSIÓN.


“Ocupado en esto, iba yo a Damasco con poderes y en comisión de los principales sacerdotes, cuando a mediodía, oh rey, yendo por el camino, vi una luz del cielo que sobrepasaba el resplandor del sol, la cual me rodeó a mí y a los que iban conmigo. Y habiendo caído todos nosotros en tierra, oí una voz que me hablaba, y decía en lengua hebrea: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces contra el aguijón. Yo entonces dije: ¿Quién eres, Señor? Y el Señor dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues”.
Hechos 26:12-15

            Para que el hombre pueda convertirse de su vida de pecado a Dios necesita tener un encuentro personal de Jesus. En el relato bíblico Pablo lo relata. Posiblemente Jesus no se revele a todos en la misma forma, generalmente lo hace a través de la exposición de su palabra la cual nos muestra el error del pecado y el verdadero camino de salvación. Pablo comprendió que vivía equivocado siguiendo una religión que no lo salvaría; y que Jesus era el único camino de salvación. Él lo comprendió y obedeció al llamado que Cristo le hacia: “Por lo cual, oh rey Agripa, no fui rebelde a la visión celestial”,  (Hechos 26:19).

            Para poder experimentar una verdadera conversión a Dios necesitamos obedecer la palabra de Dios que enseña que fuera de Cristo no hay salvación: “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”, (Hechos 4:12), y esto nos tiene que conducir a un verdadero arrepentimiento, sin él no habrá jamás una conversión genuina.

“Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio”.
Hechos 3:19
           
            El arrepentimiento lleva a la persona a reconocer su pecado, produce un cambio de pensamientos, actitudes y sentimientos, es un giro de 180 ° completo.

 III.            LA EVIDENCIA DE LA VERDADERA CONVERSIÓN.


“Por lo cual, oh rey Agripa, no fui rebelde a la visión celestial,  sino que anuncié primeramente a los que están en Damasco, y Jerusalén, y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento”.
Hechos 26:19-20
           
            La evidencia de una verdadera conversión es la completa obediencia a su palabra, el abandonar la vieja vida y seguir a Cristo Jesús. Pablo fue un ejemplo de ello. Desde su encuentro con Jesus obedeció sus órdenes y se dedico a proclamar esta verdad divina y conducir a otros al camino de salvación. Nadie puede decir que es un verdadero cristiano si no ha experimentado la conversión, esto no viene por pertenecer a una religión o seguir lo que creemos que es lo mejor, sino de reconocer nuestro pecado,  la necesidad que tenemos de Dios y de arrepentirnos para comenzar a llevar una nueva vida en Cristo.

“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”.
2 Corintios 5:17

            CONCLUSIÓN


            Por consiguiente, para poder alcanzar la misericordia de Dios debemos convertirnos al evangelio, pero para ello es necesario arrepentirnos de nuestros pecados y vivir por la fe en Cristo.


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